Quizás quiso decir

Quizás quiso decir

Extrañar el lugar

Extrañar el lugar, verlo por primera vez, como el niño de la La piel del cielo de E. Poniatowska: Madre ¿Allá se acaba el mundo?

martes, 9 de marzo de 2010

En la puerta de la escuela le dije adiós a mi madre con la mano.

Como un puto perro:
Cuando es dificil afrontar la verdad

En la puerta de la escuela le dije adiós a mi madre con la mano: no era su culpa que yo fumara.
Cuando volvía al vestidor de las chicas, Angelica Smart vino corriendo a mi lado. Angelica Smart, vaya nombre. No tenía nada de angelical: era gorda y sudorosa, con la raya del pelo un poco grasienta. Casi no tenía amigas. La mayoría de los críos sentían pena por ella, pues su madre había muerto.

- Tracey, ¿esa era tu madre? ¿Qué ha dicho de que fumes?

- Nada - le contesté -. Mi madre sabe que fumo. Me da algún cigarrillo de vez en cuando.

- ¡Guau! - dijo Angelica -. Siempre he pensado que tenías una madre enrollada, pero no sabía que fuera tan vieja.

De repente el mundo dejó de girar. Las nubes se quedaron inmóviles y las flores suspendieron su balanceo. Yo hice una mueca y le dije:

- Al menos tengo una jodida madre.

Antes de que pudiera contestarme le di un fuerte empujón desde lo alto de la loma y se fue rodando como un bulto cuesta abajo hasta estrellarse contra un cerezo.

Como dije, Angelica no tenía muchos amigos. Pero tenía a su prima Suzy Smart. Cuando yo y Maria salimos de clase nos encontramos con un grupo enorme de gente reunida en el descampado cerca de las vieja cabañas de piedra. Ahí estaba Angelica esperando, acompañada de Suzy. Suzy no era grande pero era una marimacho. Parecía un chico: un chico duro, con grandes músculos y una gruesa mandíbula. Mientras que a todas nos habían salido tetas, a ella le había cambiado la voz.

No tenía escapatoria. No me iban a dejar pasar.

- ¿Qué pasa Suze? - dije - ¿Aún no te ha crecido el pito?

Todo el mundo se rió.

- ¿Te has tirado a alguna chica últimamente? ¿O estás demasiado ocupada jugando al futbol con los chicos?

Me estampó el puño en la cara. Sentí como si me hubieran dado un martillazo.

Me tambaleé un poco y giré la cabeza.

- Vaya con la tortillera. Veamos si te atreves a hacerlo de nuevo.

Y así fue: crack.

Todo el mundo gritaba: ¡Pelea, pelea, pelea!

Me quité la chaqueta tranquilamente, me quité los dientes postizos y se los pasé a Maria que estaba a mi lado.

Antes de que tuviera tiempo de pegarme otra vez la agarré de los pelos con una mano mientras que con la otra la sujetaba del cuello. Y bajo el resplandor del sol primaveral convoqué a a todos los dioses y estampé su cara contra la pared. Una vez, y otra, y otra. Había sangre por todas partes. Los gritos de "¡pelea!" habían cesado. Algunas chicas trataron de separarme pero no pudieron. De repente me había convertido en un animal salvaje que había perdido la razón y Suzy ya no era nadie.

Finalmente cayó al suelo: un amasijo lleno de morados que sollozaba. Le empezaron a salir bultos amarillos como huevos en la cabeza.
Me fui de ahí, y cuando ya me había subido los calcetines y arreglado la camisa, me giré y le grité:

- Eso para que aprendas. Nadie - absolutamente nadie - llama vieja a mi madre.


Tracey Emin.
Strangeland

1 comentario:

  1. Justo me leí este texto el domingo, en el catálogo de la expo que hizo en el CAC Málaga. Qué casualidad! Vaya vida y obra la de esta mujer...

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